Hace apenas una década que los smartphones llegaron a nuestra vida, y sin duda han supuesto una revolución tecnológica que ha hecho posible que llevemos un ordenador en el bolsillo. Y lo cierto es que, en estos años, los saltos cualitativos entre una generación de teléfonos y la siguiente han sido tan enormes que han servido como excusa a los usuarios para cambiar de dispositivo cada poco tiempo. Incluso aunque el anterior teléfono siguiese en perfecto funcionamiento, el margen de mejora era tal que merecía la pena renovarlo: grandes avances en la cámara, en el procesador o en la pantalla han sido algunos de los rasgos más destacados.
Sin embargo, todo apunta a que la tendencia está cambiando. Los años han pasado y ha llegado la madurez al mundo smartphone, que cada vez encuentra más difícil ofrecer algo nuevo con respecto a los modelos anteriores. Los usuarios, en respuesta, se han bajado de la carrera por tener lo último y ahora tratan de alargar la vida útil de sus teléfonos. ¿Viene esta tendencia para quedarse o serán capaces los smartphones de seguir innovando? ¿Qué nos depara la nueva generación de smartphones?
De dos a tres años de vida útil
Por situarnos en contexto, en torno al año 2013 destacaban las gamas Note y S de Samsung, que apenas llevaban entre dos y tres años en el mercado. En ese momento, en el que los móviles solo ofrecían como medio de desbloqueo un simple código (frente a los sistemas de reconocimiento facial o huella dactilar que triunfan ahora), los smartphones les duraban de media a los consumidores un período inferior a dos años. Es decir, que mucha gente los renovaba incluso en menos tiempo.
Vemos, en cambio, que en 2020 esta tendencia ha cambiado y con ella han decaído las ventas de la industria. En los principales países occidentales, los usuarios tardan ya más de dos años en cambiar de dispositivo y la tendencia indica que este tiempo sigue en aumento. Desde 2018 las cifras de venta siguen a la baja, y esto se explica por la sencilla razón de que los smartphones han dejado de ser una novedad. No solo se trata de que no existan innovaciones tan grandes como las que se daban entre los primeros modelos, sino de que han pasado a formar parte de nuestra cotidianidad. En consecuencia, los cambiamos (y nos entusiasmamos) con menos frecuencia.
La descentralización del smartphone
Por otra parte, se suma el hecho de que han surgido nuevos productos que sirven de soporte a los smartphones, como los relojes inteligentes, los altavoces inteligentes para el hogar o los auriculares inalámbricos. En general, el gasto en tecnología ha aumentado y se ha desplazado desde el teléfono a los nuevos productos.
En el futuro próximo, parece que la dinámica de la descentralización de los smartphones se va a consolidar. Además de los relojes o los auriculares, las gafas parecen ser la nueva apuesta como accesorio del móvil. Y parece ser que seguirán el mismo camino que los relojes: comenzarán muy unidos al smartphone para ir poco a poco independizándose y quitándole cierto protagonismo.
Todo parece indicar que los smartphones seguirán el camino de las computadoras: de ser una completa revolución a quedar para aquellas tareas que lo hacen imprescindible, delegando parte de ellas hacia otros dispositivos. Si del ordenador pasamos a la tablet y al smartphone, de este último derivamos hacia relojes, audífonos y a aquello que se nos ofrezca después. Y, seguramente, estiremos la vida útil de nuestro teléfono cuanto nos sea posible.