Este artículo se publicó originalmente en la sección Voy derecho y no me quito del periódico el Nuevo Mexicano, medio en el que colaboramos semanalmente con artículos de opinión relativos a Internet, el diseño y Social Media.
Desde hace años he sido testigo de cómo los diseñadores con experiencia o sin ella, saltan a la computadora cada vez que se les asigna un proyecto. Desde su flamante laptot investigan en Google, o reflexionan sobre cual será el mejor programa para resolver el problema. Desde mi punto de vista, están abordando el problema de manera errónea.
La queja recurrente de todos aquellos que contratan diseñadores jóvenes (para pagarles por debajo del promedio) es que son poco creativos, no escriben o leen profesionalmente. Es difícil contradecirlos cuando tengo que evaluar trabajos de “diseñadores”, ya poco acostumbrados a bosquejar con lápiz y papel, dirigirse a sus computadoras y abstraerse en los monitores, consumiendo bytes de información, cuando lo que deberían hacer es investigar, bocetar o colaborar entre ellos.
No podemos negar que las nuevas generaciones de diseñadores son expertos en el manejo de las computadoras y los programas. Sin duda están sobre capacitados en cómputo y están siendo educados con pantallas táctiles y dispositivos móviles e inteligentes. A los 17 años ya saben programar aplicaciones para smartphones y manejan PhotoShop con una destacada habilidad. Sin embargo, manipular la computadora con facilidad y eficacia, no es igual al manejo de conceptos y por lo tanto no es igual a diseño.
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