En 1959 Gilbert Cohen-Séat, propuso el término iconosfera para nombrar el entorno imaginístico que había originado el cine y las formas relacionadas o afines como la fotonovela y la televisión. La iconosfera como la concebía Cohen Séat, se habría formado en las sociedades industrializadas, en una época en la que se habían inventado nuevas tecnologías y nuevas modalidades expresivas de la imagen tan básicas como la foto, la litografía, el cartel o el fotograbado, la narrativa dibujada del comic (a la que el cine tanto le debe), en suma, medios que densificaron en gran medida el capital icónico en los espacios privados y públicos de las sociedades urbanas.
Posteriormente, Yuri Lotean propuso otro concepto; la semiosfera, para designar el ambiente o entorno de signos que rodean al hombre moderno, y del que por consecuencia, la iconosfera seria una más de sus capas. Abraham Moles propuso el término mediasfera que sería una de las capas más densas de ésta semiosfera, ya que estaría constituida de un variado capital imaginístico. En tiempos más modernos el francés Regis Debray a identificado tres grandes etapas del desarrollo cultural humano, caracterizadas por su producción sucesiva de una logosfera, de una grafosfera y al final de una videosfera.
Si se mira con detenimiento las ideas anteriores no son más que la necesidad de subrayar la función fundamental adquirida por la imagen en la comunicación social contemporánea., y que dio lugar a un nuevo ecosistema cultural (formado por las imágenes del cine, televisión, publicidad, revistas, etc.), y cuyos efectos psicológicos parecían a veces inquietantes y potencialmente amenazadores para una firme y tradicional cultura gutenbergiana de la palabra escrita. Especialistas se preocuparon por estudiar los eventuales efectos producidos por la espectacular expansión icónica generada después de la 2ª guerra.
De lo anterior se puede inferir de manera más o menos clara, que la iconosfera es un ecosistema cultural, basado en interacciones dinámicas entre diferentes medios de comunicación y entre éstos y sus audiencias. En resumen, podemos afirmar que la iconosfera constituye un sistema complejo, que comprende un gran número de variables interrelacionadas, cuya conducta es impredecible o muy difícil de reproducir. Otro principio básico de la iconosfera tiene un carácter biológico; la imágenes compiten entre ellas en el espacio social para atraer la atención y la mirada del publico.
El desarrollo de la iconosfera creció a la par de las tasa de velocidad de la vida urbana, se ha calculado, por ejemplo, que en la época de Lautrec un peatón concedía veinte segundos al examen de un cartel, pero en 1960 esta atención no superaba los dos segundos. Para finales del siglo pasado, esta situación se ha acelerado, y la imagen ha devenido en casi omnipresente, debido en gran medida a la televisión y la publicidad.
Pero, en este “bello