Simplicidad Vs complejidad

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A pesar de que el reciente desarrollo de la tecnología avanza rápidamente, y yo muero de ganas porque la simplicidad sea la última sofisticación en el diseño, seguimos trazando el camino que en un futuro próximo nos llevará hacia allá.
Finalmente eso es lo que hace la tecnología, facilitarnos la vida diaria simplificando procesos que nos permiten satisfacer nuestras necesidades, pero siempre siguiendo principios básicos.

Si bien es cierto, el concepto simplicidad ya se ha implementado en muchas marcas comerciales importantes como Apple con el iPod, Citibank en una de sus tarjetas de crédito, Lexmark evitando complicaciones al usuario, Ford en sus precios, entre otras.

Sin embargo, aunque este concepto promete ser la nueva tendencia para todas las áreas del diseño, aún no llegamos a tal punto.

Afortunadamente para unos y desafortunadamente para otros, en la actualidad los productos más vendidos son aquellos que poseen una apariencia compleja, que parecen más sofisticados y con mejor capacidad para realizar las tareas encomendadas.

Las funciones que puede realizar el producto y el material del que está hecho, son las que determinan su costo, por lo que para el cliente es lógico y aceptable pagar una mayor cantidad de dinero por un producto que visualmente es más potente.

Todo esto es parte de la satisfacción que esperamos sentir al comprar un artículo, es decir; percibirse satisfecho al saber que el dinero pagado y el producto recibido a cambio fue un trueque justo.
Entonces la relación entre el producto y el precio “debería” ser proporcional.

De ahí que nos encante gastar el dinero en multifuncionales y gadgets, que son una interesante relación entre la simpleza y la complejidad.
Son simples por el hecho de haber reducido en tamaño a un sólo objeto, la estructura de varios.
Reducir, es una de las leyes de la simplicidad de John Maeda “La manera más sencilla de alcanzar la simplicidad, es mediante la reducción razonada”

La parte compleja está cuando un sólo aparato debe realizar las funciones de los otros objetos de los que fue simplificado, así que mientras más objetos sustituye este nuevo gadget más complejo será. En ocasiones tenemos aparatos tan complejos que nos lleva demasiado tiempo conocer todas las funciones que es capaz de desarrollar y otras cuantas veces nunca llegamos a conocerlas en su totalidad.

Sin embargo; también sucede el caso contrario aunque no con tanta frecuencia. Al simplificar al máximo determinado objeto incrementa el precio, en este caso, aparentemente la relación objeto-precio no es proporcional, ya que la simplificación implica reducción, entonces estaríamos recibiendo menos por un costo más elevado.

Pero veamos porque vale la pena pagar la simplicidad según John Maeda: “ La simplicidad es una cualidad que, además de suscitar una lealtad apasionada por el diseño de un producto, se ha convertido en una herramienta estratégica para que los negocios afronten sus propias complejidades intrínsecas.”

“El indiscutible el éxito comercial del iPod, un aparato con menos funciones y más caro que otros reproductores digitales de música, es un ejemplo clave para sostener esta tendencia. Otro ejemplo lo constituye la engañosa interfaz de Google, un poderoso motor de búsqueda que ha acabado acuñando el término <<googlear>> para denominar la <<búsqueda en la Web>> a causa de su popularidad. La gente no se limita a comprar, también quiere diseños que sean capaces de simplificar sus vidas. En un futuro próximo, las tecnologías complejas seguirán invadiendo nuestros hogares y nuestros lugares de trabajo, de manera que la simplicidad se va a convertir en un sector en crecimiento.

Y al final de todo, simple o complejo el usuario siempre elegirá lo que mejor le parezca y satisfaga sus gustos y necesidades y esto puede ser muy subjetivo. El usuario siempre podrá tener la elección de qué consumir y cuánto pagar o no pagar por ello.
Lo que es un hecho es que la simplicidad está creciendo para no detenerse.

Si deseas saber más acerca de la simplicidad y la complejidad te recomiendo que leas “Las Leyes de la Simplicidad” de John Maeda.

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