Entre el fervor nacionalista que nos embarga estos días, la pregunta es ¿Vale la pena celebrar? ¿De qué nos enorgullecemos si este país se encuentra dividido, vaupuleado por la delincuencia, los medios y la política? Descabezados, jefes policiacos acribillados, plantones en el corazón de la ciudad, llamadas entre políticos y pederastas, gobernadores preciosos y oaxaqueños negociando… lo innegociable.
A propósito, recordé el episodio aquel en que un poeta fue demandado por haber publicado un poema titulado “La patria entre mierda”:
“Yo/ me seco el orín en la bandera/ de mi país,/ ese trapo/ sobre el que se acuestan/ los perros/ y que nada representa,/ salvo tres colores/ y un águila/ que me producen/ un vómito nacionalista/ o tal vez un verso/ lopezvelardiano/ de cuya influencia estoy lejos,/ yo, natural de esta tierra/ me limpio el culo/ con la bandera/ y los invito a hacer lo mismo:/ verán a la patria/ entre la mierda/ de un poeta”.
El resultado es que el poeta perdió el juicio, pudiendo librar la cárcel por no tener antecedentes penales, no así una sanción económica por “ofender la moral pública, afectar derechos de terceros, contravenir la paz y la seguridad social y perturbar el orden público”.
En el contexto súper abreviado con el que inicie la nota y al margen de limpiarse el trasero con la bandera (eso si se me hace un exceso, el Charmin debe ser más adecuado y barato para esos menésteres) ¿alguién puede afirmar lo contrario del título del poema que nos ocupa?