Desde el domingo 4 de febrero no he vuelto a probar un cigarro, algo de lo cual me siento orgulloso. No es que ese día haya decidido que mi vida iba a cambiar, más bien fue debido a una gripe de padre y señor mío que decidí no fumar, ya que la garganta me dolía horrores. Se que para ustedes no tendrá mucho mérito, pero en mi descargo debo decir que nunca antes un dolor de garganta me impedía fumar, dicen que el perro que es huevero aunque le quemen el hocico. Como sea, llevo ya 18 días sin probar un puto cigarro, a ver cuanto aguanto.
Una vez pasan los tres primeros días de crisis en los que el cuerpo te exige la nicotina, gradualmente la necesidad va disminuyendo, aunque cuando ves a alguien fumando o te llega el olor a tabaco, de inmediato se te antoja… Debo decir que me siento bien sin fumar, pero tengo un dejo de añoranza sobre el tabaco.
La mayoría de las veces me siento incompleto, cojo, como que algo me falta. Me molesta esa sensación de necesitar algo y no poderlo hacer. No estoy seguro, pero a veces me siento como AA y pienso: Solo por hoy. A los que han abandonado el mal hábito de fumar les pregunto ¿Acaso esa maldita sensación se queda para siempre?
La verdad es que es muy triste sentirse así. Pinches compañías tabacaleras, les importan bien poco envenenarte con tal de llenarse los bolsillos a costa de nuestra salud.
Por cierto, esta diatriba viene a colación por una nota que leí en El Universal: Prohibir el cigarro en restaurantes afectaría a industria: Canirac.