Va postito de viernes tequilero:
Voy a hablar un poco sobre la credibilidad, esta vez en los medios de comunicación, específicamente la televisión. Ese ente idiotizante del que es difícil sustraerse.
La credibilidad a mi entender, trae consigo la responsabilidad. No puedo entender la una sin la otra. Hemos visto casos donde por más que alguien se afane en crearse un halo de respetabilidad, no le es posible. Bien dicen por ahí: Haz fama y échate a dormir. Jugarle al listo es un arma de dos filos, en estos días el receptor es un poco más crítico y no pica el anzuelo tan fácil.
Pongo por ejemplo a Jacobo Zabludovsky, decano del periodismo en México. Jamás pudo quitarse el halo de hipocresía cuando guardo ominoso silencio de los acontecimientos de aquel trágico 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco y de muchos otros hechos que al régimen no convenían. De Dóriga ni hablamos, este señor se cuece aparte.
La vorágine informativa que ha significado internet ha diversificado y transformado de manera radical los modos de distribuir información. Prensa, radio, televisión, no pueden ya entenderse en este contexto globalizado sin la influencia de las redes de computadoras. Las maneras “clásicas